Cuarto de siglo

Este año me está pegando fuerte. Soy de las personas que piensa mucho, da vuelta a las cosas, imagina escenarios posibles. Enrroscada es la palabra.

El tema de la edad nunca me afectó demasiado (notemos la palabra "demasiado"), pero en estas últimas semanas estoy mirando mucho al costado, proyectándome a futuro, maquinando con "what if´s".

Estoy a 6 meses de cumplir 26 años, y me está pareciendo un momento de quiebre. 26 años…fuerte. A los 28 se casaron mis viejos, y eran los demorados de su generación por varios años. Nunca me habían pesado esas cuestiones, y hoy al menos las medito. No es un buen síntoma…

Mi trabajo, los cambios sociales, la situación de mi país, las marchas en Brasil, son cuestiones que me tienen revolucionada. Esta es la edad en que uno pisa fuerte. Sin mayores responsabilidades que las que se asumen cada día, sin mucho que perder, estos son los años en que debemos lograr grandes cosas, mover las estructuras, propias y ajenas, y marcar un camino para lo que va a ser el resto de nuestras vidas.

Sé que si hablo el tema con la generación de mis padres me van a decir que exagero. Sé que si lo hablo con muchas de mis amigas con empleo estable y prometedor, o noviazgo ya asentado, tendrán la misma reacción.

Pero hay unos pocos, unos niños índigo por ahí dando vueltas que entienden a lo que me refiero. Que pueden relacionarse con esta idea de que no hay nada dado, y que este es el momento para construir. A ellos los busco entre las multitudes, para que me den fuerzas para seguir moviéndome, buscando lo que quiero, o intentando al menos identificar qué es eso que quiero.

Por eso me pesan los 26. Porque cada día que pasa es una oportunidad de proponerme objetivos e ir tras ellos. Lo que me asusta es la comodidad, el quedarme quieta, el no soñar, el rendirme ante el día a día o el "es lo que hay".

(foto de Brock Davis/ cita de F. Scott Fitzgerald)